Es más mío lo que sueño que lo que toco…

Artículo de José Antonio Lavado, socio fundador de beethik en el blog de la Fundació Factor Humà

14 de juny de 2021

Hoy en día la ética es más necesaria que nunca, tanto en las organizaciones como en el conjunto de la sociedad. Pero ¿qué es la ética? Sentir y pensar con los demás para vivir y convivir mejor. Con el fin de mejorar en la toma de decisiones cotidianas, transformar la esencia de las relaciones y dar respuesta a los retos que plantea el actual entorno complejo, es fundamental y urgente llevar a cabo una reflexión crítico-racional en las organizaciones. 

 “Había una vez un planeta perdido entre innumerables estrellas y galaxias en el que unos animales inteligentes inventaron la moral (y la ética). Pero fue solo un instante. A los pocos minutos el planeta se calentó, los animales inteligentes murieron y el silencio invadió otra vez el universo”. 

Joan Canimas

La primera vez que leímos este mensaje de Joan Canimas nos conmovió. Y lo cierto es que va pasando el tiempo y la emoción que nos produce [a veces] no disminuye; más bien, según cómo [a veces, solo a veces] incluso hasta crece.

Pero el autor no solo escribió las dos frases destacadas en negrita. De una u otra manera continuaba diciendo: aquellos animales inteligentes quizás representen los instantes más altivos de la eternidad. En su ansia por dominarse entre ellos y por doblegar al resto de criaturas acabaron por degradar su entorno y aniquilarse a sí mismos.

A lo largo de su corta existencia se reinventaron una y otra vez, fueron nómadas, cazadores y recolectores, se hicieron sedentarios con la agricultura, se establecieron alrededor de castillos y feudos, se organizaron en estados y ciudades y crearon empresas y máquinas con el fin de alcanzar el máximo bienestar -algunos pensando en el suyo propio, otros en el de todos-. A diferencia de las otras criaturas, crearon leyes y normas morales, y pudiendo desarrollar su capacidad ética para asegurar su convivencia cotidiana, acabaron por pelearse utilizando artefactos y máquinas para someterse entre ellos mismos y extinguirse.

Pero soñar por soñar, quizás mejor hacerlo, y despertar, escuchando a Jorge Drexler cuando en una de sus canciones –Movimiento– nos dice cosas como:

“Apenas nos pusimos en dos pies
y nos vimos en la sombra de la hoguera, 
escuchando la voz del desafío
siempre miramos al río, pensando en la otra rivera.
Es más mío lo que sueño que lo que toco…Somos una especie en viaje, no tenemos pertenencias sino equipaje…
Vamos con el polen en el viento, estamos vivos porque estamos en movimiento…
Nunca estamos quietos, somos trashumantes, somos padres, hijos, nietos y biznietos de emigrantes;
yo no soy de aquí pero tu tampoco, de ningún lado del todo y de todos lados un poco…
cruzamos galaxias, vacíos, milenios, buscábamos oxígeno y encontramos sueños”.

Y esto nos anima a pensar que aquellos animales inteligentes, quizás sí supieron aprovechar lo suficiente su enorme capacidad de cooperación y de diálogo, de alimentar y conectar sus mejores raíces, de escuchar y ponerse en el lugar de los demás. Que fueron buenos forjadores de palabras y que tuvieron la suficiente habilidad, y la supieron utilizar, para cuidarse entre ellos, para compartir, intercambiar, acordar y decidir lo que era mejor para la colectividad, para todos. Que sí supieron aprovechar la enorme fortaleza que les otorgó el lenguaje para hacerse buenas preguntas, para dialogar, para abordar los conflictos aplicando el arte de la deliberación, encontrando así las respuestas más adecuadas a cada situación. Que abandonaron viejas prácticas de confrontación de pensamientos egocéntricos, intolerantes y cerrados para construir juntos nuevas y mejores ideas a través de la palabra y del cuidado del otro.

En definitiva, sentir y pensar con los demás para vivir y convivir mejor, esto puede ser la ética. Sentir y pensar nuestra contingencia, nuestras capacidades, nuestro carácter, nuestros límites, nuestra propia presencia y responsabilidad hacia el otro. Saber y pensar en el tiempo y el espacio, con los iguales y los diferentes, con todos los demás. 

Por eso necesitamos la ética hoy más que nunca, entrenar nuestro poderoso talento ético para soñar y en coherencia, construir y aplicar en la acción del día a día un futuro mejor como personas, como organizaciones y como sociedad. 

Necesitamos aplicar el talento ético en nuestras organizaciones para gestionar nuestra contingencia actual marcada por una enorme complejidad, ambigüedad y volatilidad que nos está afectando gravemente por la incertidumbre y la falta de credibilidad y confianza que genera. Esta incertidumbre la podemos gestionar en la superficie, poniendo parches, apagando fuegos, con el riesgo de navegar a la deriva, o lo podemos hacer poniendo el foco en las raíces, en las características esenciales de nuestra mejor humanidad; en definitiva, aplicando la ética en el día a día, en la acción cotidiana de nuestras organizaciones. 


«Ninguna sociedad puede funcionar si sus miembros no mantienen una actitud ética. Ningún país puede salir de la crisis si las conductas inmorales de sus ciudadanos y políticos proliferan con total impunidad»…

…»A la ética le pasa lo mismo que a la estatura, el peso o el color de la piel, que no podemos vivir sin ella… así… todas las personas y organizaciones tienen / tenemos una determinada talla moral… Todas las organizaciones tenemos un determinado capital ético…”

Adela Cortina

Es fundamental y urgente llevar a cabo una reflexión crítico-racional en nuestras organizaciones para mejorar nuestras decisiones cotidianas, transformar la esencia de nuestras relaciones y dar respuesta a los retos que nos plantea el entorno complejo en el que nos encontramos.

De eso va soñarnos como animales inteligentes y despertar nuestro talento ético: 

  1. De visualizar la urgencia de transformarnos para abordar los retos que nos plantea el entorno de complejidad actual.
  2. De comprender la importancia de cuidar al otro, aprovechar el lenguaje y el diálogo para fortalecer la confianza perdida.
  3. De forjar nuestro carácter y ser ejemplo de integridad colectiva.
  4. De preparar el “terreno de juego” para dar rienda suelta a que nuestras raíces más auténticamente humanas se puedan expresar con plenitud.
  5. De entrenar día a día nuestro “talento ético”, para multiplicar el impacto positivo en la construcción de esa sociedad anhelada donde vivir y convivir mejor.

Quizás solo así podamos sustituir el mal sueño al que se refería Joan Canimas al principio, por otro del que despertemos más felices:

“Había una vez un planeta perdido entre innumerables estrellas y galaxias en el que unos animales inteligentes inventaron la moral (y la ética). Fue un instante que cambió para  siempre la eternidad. En seguida, el planeta se transformó, los animales inteligentes se  entendieron y la luz invadió de una vez por todas el universo”.

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