Conexiones beethik: entrevista a Joan Canimas

Doctor en Filosofía. Profesor de Ética aplicada en la Universidad de Girona y profesor colaborador de la Universitat Oberta de Catalunya. Máster en Bioética y Derecho. Master en Ética aplicada a la acción social. Vocal del Comité de Ética de los Servicios Sociales de Cataluña y del Comité de Ética y de la Investigación y la Bioseguridad de la Universidad de Girona, entre otros.


1. ¿Qué te sugiere el concepto de ética de la responsabilidad radical, especialmente en estos momentos tan inciertos que estamos viviendo?

Responsabilidad hace referencia a responder adecuadamente a la presencia del otro o de lo otro. Y radical fundamental, esencial, extremo. Que con la palabra responsabilidad no sea suficiente y la hayamos de adjetivar, puede significar que tiene grados, que pueden ir desde la vacua responsabilidad social que anuncian algunas empresas para vender, hasta la de aquellas personas que se sacrifican incondicionalmente y por amor al prójimo.


2. Recientemente has hablado del «paternalismo jurídico de estado» y de tu preocupación por cómo toda la ciudadanía está aceptando la condición de súbdita.

¿En qué condiciones, si es que las hay, el Estado puede tener legitimidad ética para meterse en mi vida por mi bien?

En filosofía moral y del derecho se llama paternalismo jurídico a la interferencia del Estado en la vida de los ciudadanos con el fin de protegerlos de sus propias acciones o para perfeccionarlos. Desde la aparición del liberalismo, las condiciones que debe cumplir el paternalismo para que esté éticamente justificado es motivo de estudio y debate. Un ejemplo de paternalismo jurídico que la mayoría de las personas consideran éticamente justificado es la obligatoriedad de llevar cinturón de seguridad cuando se va en coche o casco cuando se va en moto por el propio bien (las razones de estas prohibiciones que tienen en cuenta a las otras personas ya no se consideran paternalismo).

Yo, a este tipo de interferencias en la vida de las personas prefiero llamarlas acciones coercitivas de primer nivel (que pueden ser protectoras o perfectoras) y reservar el término paternalismo para referirme a una actitud o disposición que es siempre éticamente incorrecta: considerar, por menoscabo o amor, que una persona o perfil de personas son incapaces de tomar decisiones o de hacer algo a pesar de poder hacerlo, imponiéndoles protecciones o modelos de vida buena.

En filosofía moral y del derecho hay un cierto consenso en considerar que deben cumplirse tres condiciones para que las acciones coercitivas protectoras y perfectoras de primer nivel estén éticamente justificadas: (i) necesidad, eficacia, eficiencia y proporcionalidad de la acción coercitiva, (ii) falta de libertad reflexiva de la persona o personas a las que se aplica y (iii) la persona o personas están, estarán o estarían de acuerdo con esta acción coercitiva cuando tienen, tengan o tuvieran libertad reflexiva.

No se puede negar la importancia que tiene el poder punitivo y educativo de los Estados democráticos, sociales y de derecho en la conquista y defensa de los derechos humanos y el bienestar de las personas. Negarlo es situarse en un anarquismo utópico que no tiene en cuenta la realidad. Ahora bien, esto no quita que haya que estar alerta con el peligro que supone la promulgación y demanda cada vez más elevada de leyes para casi todos los asuntos de nuestra vida y tampoco quita la necesidad de vislumbrar y caminar hacia un horizonte de justicia en el que el Estado y las leyes tengan una presencia mínima.


3. Europa está planteando la necesidad de contar con un pasaporte sanitario y la aplicación del big data para controlar la pandemia. Desde una perspectiva ética, ¿qué pros y contras puede tener para la economía, las empresas y la ciudadanía?

Es evidente que la ética no puede rehuir la economía y que, por tanto, la pregunta es muy pertinente. Ahora bien, en el poco tiempo que dispongo para contestarla permitidme que me centre en una cuestión propiamente ética de la que se habla poco en el debate sobre la obligatoriedad de la vacunación o sobre las restricciones para los no vacunados y que me parece importante.

Aunque no comparto la desconsideración de Simone Weil hacia los derechos, en la crítica que hace hay aspectos muy interesantes. Dice que un derecho depende de la fuerza, de la amenaza del poder del Estado y contrapone el amor y la responsabilidad hacia el otro, sobre todo hacia aquellos que sufren y que claman, a veces de forma silenciosa y otros de forma incomprensible: «¿Por qué me hacen daño?», «¿Por qué me haces esto?».

De la diferencia entre derecho y estimación se deriva la diferencia entre deber y obligación. El deber pertenece al mundo del derecho, de las leyes, de los Estados, de la fuerza y ​​del poder. La ob-ligación (sic), en cambio, hace referencia al vínculo, estima, responsabilidad respecto a aquellos, aquellas o lo que se hace presente en el camino de nuestra vida.

Pues bien: la cuestión de la vacunación, como es de esperar en un Estado democrático, social y de derecho, gira en torno a la fuerza, al combate entre dos derechos: la libertad individual versus la salud de los demás. Un combate que solo se puede resolver con la imposición de un bando sobre el otro, amparada por la fuerza de la razón y de los aparatos del Estado.


4. Hablamos de ética y educación a raíz de otra frase tuya: «Me gusta pensar en una sociedad que enseña a los niños a ser libres y responsables». ¿Cuáles son las claves para conseguirlo?

En mi opinión: que las escuelas e institutos sean los edificios más bonitos de los pueblos y ciudades, que las personas que trabajan sean los profesionales más valorados y que la educación se deshaga de los extremos liberar y reprimir que la marean desde hace trescientos años.

De estas tres claves para conseguirlo, posiblemente la más escandalosa sea la tercera, pero hoy ya no debería sorprendernos decir que la educación es el nombre amable que pusimos a la domesticación o, en términos contemporáneos, antropotecnologia o programación de este animal moldeable que tenemos la suerte de ser.


5. ¿Qué es lo que tiene de especial nuestro mundo actual (y futuro) que justifica tanto la importancia de aplicar la ética en nuestro día a día?

En primer lugar habría que aclarar a qué nos referimos cuando decimos ética. Ética tiene, al menos, tres grandes usos o significados: (i) puede referirse a las normas y comportamientos que señalan lo moralmente correcto o incorrecto (en este sentido se habla, por ejemplo, de los códigos éticos o de que tal o cuál acción no es ética); (ii) a una manera de ser-en-el-mundo (en este sentido se habla, por ejemplo, de la buena gente) y (iii) a una actividad reflexiva que se dedica a pensar, fundamentar o deconstruir lo moralmente correcto o incorrecto (en este sentido se habla de Espacios de reflexión ética en el ámbito de los Servicios Sociales o de ética o filosofía moral en los ámbitos académicos). Para simplificar, las llamo ética prescriptiva, ética vivida y ética reflexiva, respectivamente.

En nuestro mundo actual, la ética prescriptiva y la ética reflexiva tienen, como así, una importancia creciente. No así la ética vivida, que desciende de forma alarmante.

En mi opinión, hay cinco factores que explican este incremento de la ética prescriptiva y de la ética reflexiva: (i) la secularización (ya no tenemos -o tenemos cada vez menos- dioses que nos dicten lo que es moralmente correcto o no); (ii) el desarrollo económico y científico, que nos plantea problemáticas éticas impensables hace un tiempo (por ejemplo, la ingeniería genética, el alargamiento de la vida humana, la inteligencia artificial, etc.); (iii) la eclosión de la alteridad y la democracia, que amplían el reconocimiento y la responsabilidad más allá de nos-otros (sic), hacia personas y moralejas que no son como las nuestras y entonces necesitamos decidir si se respetan o no y por qué; (iv) el biopoder y las nuevas formas de resistencia, que hacen que el Estado y sus aparatos, por ejemplo Salud y Servicios Sociales, se preocupen cada vez más por la vida de las personas y, por tanto, intervengan, lo que genera también nuevas formas de resistencia; y (v) la ética como factor de excelencia productiva y de marketing en las organizaciones.


6. En la última conversación que tuvimos, nos hablabas de la ética vinculada al diseño y la organización del espacio – en las ciudades, en nuestras empresas y organizaciones, etc. ¿Como deberíamos diseñar estos espacios, contemplando la perspectiva ética?

Filósofos, antropólogos, neurocientíficos, arquitectos, pedagogos, poetas… han destacado la intensa relación que existe entre el espacio exterior e interior, entre el lugar y la persona. «Soy el espacio donde estoy», afirma el poeta Noël Arnaud.

De hecho, el significado más antiguo que conocemos de la palabra ethos es guarida, estancia, lugar donde tiene lugar el habitar y, recordándolo, Heidegger consideró que el lugar es el ámbito construido para habitar, el refugio en el que la condición humana se hace posible.

Por tanto, más que considerar la perspectiva ética de los espacios, habría que considerarlos como el lugar en el que la condición humana se hace posible. Desafortunadamente, la mayoría de espacios son lo que la sociología ha llamado no lugares, zonas de tránsito para comprar, desplazarse, contemplar, educarse, curarse, esperar la muerte…


7. Muchas veces, las organizaciones se dotan de códigos, herramientas, recursos… para codificar su ética, pero éstas no llegan al día a día. De hecho, has llegado a decir que «el infierno está lleno de códigos éticos». ¿Cuáles son las claves para conseguir que estos principios y valores entren a formar parte de la cultura de las organizaciones en su acción cotidiana?

Como he dicho antes, en el capitalismo avanzado la ética se ha convertido en un factor de excelencia productiva y de marketing. Los códigos y otros recursos éticos pueden ser, por tanto, instrumentos que favorecen la amistad y el trabajo cooperativo en la organización y, por tanto, la excelencia productiva o meros instrumentos de marketing.

Los valores y principios se pueden proclamar y no cumplir. Las virtudes, en cambio, son valores y principios encarnados en la persona, que forman parte de su carácter, de su manera de ser. De ahí que en las empresas que piden a sus trabajadores y trabajadoras lo propiamente humano (la capacidad reflexiva, creativa y cooperativa), se esfuercen por fomentar un clima de amistad y compromiso que lo propicie, un carácter en y de la organización que impregne las personas que trabajan o colaboran, las que atienden e incluso los productos que ofrecen.


8. También has escrito sobre la ética de la complejidad. Este es un concepto que seguramente toma hoy más importancia que nunca. ¿Cuál es el peligro de no entender esta complejidad?

El conocimiento es acción comunicativa, entre los seres humanos y entre estos y el entorno. En este diálogo que somos hay que tener en cuenta todas las voces y señales que nos llegan. Ahora bien, esto no significa, ni mucho menos, que todas estas voces y señales sean igual de válidas.

La dificultad y la grandeza de la ética de la complejidad radica en ser capaces de tener en cuenta cuantas más voces y señales mejor, dialogar con ellas sirviéndose de la racionalidad, la evidencia empírica y la estimación y tomar una decisión, si hay que tomarla.

Los peligros son, tal vez, el dogmatismo y las prisas.


9. En las entidades sociales con las que trabajas, a menudo se tiende a focalizar los procesos de deliberación en los ámbitos vinculados a la atención a las personas y la prestación de servicios. ¿Son conscientes de los problemas éticos que se dan, también, en el ámbito de la gestión?

Bueno … yo no establecería una diferencia entre la atención a las personas y la prestación de servicios y la gestión. La gestión de las entidades sociales persigue o debería perseguir ofrecer un servicio y, por tanto, una atención a las personas, excelente y encaminada a lograr una sociedad justa.

Ahora bien, si con gestión se hace referencia al éthos, carácter o clima de la organización, estoy de acuerdo en que es un ámbito en el que la ética aplicada tiene mucho recorrido por hacer. Posiblemente este déficit tenga al menos dos causas: que la bioética, de donde provenimos, no se ha ocupado nada y que aquellos que se han ocupado provienen de los ámbitos empresariales y hablan un lenguaje que genera rechazo en el ámbito social: el de la excelencia competitiva y crematística del capitalismo.


10. Por último en tres palabras, ¿qué significa para ti incorporar la ética en la toma de decisiones?

Uf… tres palabras son muy pocas. Pero si es imprescindible hacer este ejercicio … «Comprender al otro».