Conexiones beethik: entrevista a Jesús Vilar

Jesús VilarProfesor titular de la Facultad de Educación Social y Trabajo Social Pere Tarrés -URL-

1. ¿Qué te sugiere el concepto de ética de la responsabilidad radical?

Inicialmente, la ética de la responsabilidad sugiere un posicionamiento de compromiso con unos principios y unos valores que llevan a una vida social más satisfactoria. Por otra parte, la idea de «radical» me sugiere que se trata de una propuesta de máximos, de un alto nivel de autoexigencia en relación al posicionamiento desde el que una persona o una profesión se relaciona con las personas individuales y con la sociedad. «La ética de la responsabilidad radical» sugiere también la necesidad de traducir las actitudes en comportamientos (virtudes) y conductas que sean coherentes con los principios y valores que se hayan hecho explícitos.

2. ¿Tiene sentido hablar de ética de las profesiones? ¿Qué aporta?

La perspectiva ética supone hacer una mirada de la realidad que va más allá del estricto y neutro cumplimiento de las normas. Implica hacer una interpretación de estas normas desde la voluntad de hacer el bien y aportar el mayor bienestar a las personas con las que tratamos. En consecuencia, hablar de ética conlleva poner el énfasis en el uso de la propia libertad a la hora de ejercer una actividad.

Las profesiones aportan soluciones a las necesidades de las personas, por lo que la ética es muy importante, ya que posiciona al profesional en una actitud determinada a la hora de ejercerla.

También podemos decir que la ética supone el reconocimiento de la complejidad: aceptación de la incertidumbre (las normas regulan lo que ya conocemos pero no lo que aún no sabemos que puede pasar), de la imprevisibilidad (la realidad es el resultado de las interacciones de factores, por lo que desconocemos qué efectos pueden producir determinadas interacciones), de la falta de respuestas automáticas en forma de recetas (cada realidad es única y las respuestas hay que construirlas), elementos que obligan a un posicionamiento activo.

Tal como dicen E. Morin o A. Cortina, el buen funcionamiento de una sociedad de alta complejidad no se consigue sólo con la definición de normas. Hay autoética, esto es, una actitud responsable e implicada en hacer que las cosas vayan bien.

La ética es especialmente relevante en profesiones en las que las personas atendidas están en una situación de vulnerabilidad, falta de derechos o sufrimiento. Aquí se pone claramente de manifiesto que es imprescindible la autorregulación del profesional respecto de su poder, así como manifestar una voluntad y una actitud de cuidado que va más allá del cumplimiento de la norma. En este sentido, la ética se convierte también en una actividad creativa de carácter comunicativo y cooperativo.

En síntesis: la ética obliga al profesional a definir la posición desde la que interactúa con la sociedad y las personas. Le pone en situación de concretar a quien da valor, que orienta su práctica. Una aclaración: hablar de ética no implica necesariamente hablar de conflicto. El conflicto aparece cuando las normas no dan respuesta o los valores entran en contradicción entre ellos.

3. ¿Es posible eliminar las contradicciones éticas en la práctica profesional? ¿Disponer de un código ético o comité de ética es suficiente para asegurar que la ética esté presente en el día a día de una organización?

No es posible eliminar las contradicciones éticas de la práctica profesional. Si hablamos de libertad y hablamos también de que las normas son insuficientes porque en definitiva siempre implican un reduccionismo y una simplificación, es normal que siempre haya un punto de contradicción y de incertidumbre. Además, la complejidad sólo es abordable desde la interdisciplinariedad y eso conlleva poner en discusión perspectivas que tienen puntos de vista y enfoques diferentes, incluso contradictorios entre ellos.

Con relación a la segunda pregunta, un código ético y/o un comité de ética hacen visible la ética en las organizaciones, pero esto no significa que sean suficientes por ellos mismos. La cuestión que hay que plantearse es que implica hablar de ética en las organizaciones, qué grandes temas abre, qué interrogantes plantea. Algunos interrogantes o temas de debate que se pueden generar son: ¿cómo se construye la posición ética de una organización y se decide cuáles son los elementos éticos que la orientan? ¿Como se toman decisiones en las organizaciones? ¿Cómo se distribuyen las responsabilidades? ¿Como se da voz a las personas atendidas y se las tiene honestamente en cuenta?

Una vez se han clarificado estas cuestiones previas respecto de la posición del profesional y su organización, hay que pensar también qué infraestructuras se necesitan para implementar las respuestas a estos interrogantes. Por ejemplo, ¿cómo se gestionan las discrepancias entre puntos de vista legítimos? ¿Cómo se abordan las situaciones de conflicto ético cuando los criterios ordinarios de funcionamiento se manifiestan insuficientes?

Como se puede ver, el código ético puede ser un instrumento a tener en cuenta pero no es, ni mucho menos, lo que da solución a todas las preguntas (de hecho, no hay un único elemento que dé «la solución»; esto sería devaluar la ética y convertirla en reglamentos de obligado cumplimiento). El comité de ética también es importante: representa un espacio de debate de situaciones controvertidas y un espacio de creación de respuestas. Ahora bien, para que funcione debe ir acompañado de otros elementos que forman parte de la infraestructura ética de la organización, como pueden ser el asesoramiento experto en los temas controvertidos o disponer de un método estructurado de deliberación.

4. En la práctica, nos podemos encontrar con diferentes tipos de conflictos éticos ¿Cómo los podemos abordar de forma eficiente?

El tratamiento de los conflictos de valor se puede plantear desde dos perspectivas que se complementan entre ellas.

Por un lado, es conveniente conocer qué genera conflicto de valor, cuáles son las principales fuentes de conflicto porque así nos podemos anticipar a su aparición y establecer, si no las respuestas, al menos los criterios para tratarlos. Obviamente, no se pueden anticipar los conflictos concretos, pero sí lo que los puede generar. Por ejemplo, sabemos que el tratamiento confidencial de la información puede generar conflicto. En consecuencia, podemos establecer criterios marco o indicaciones técnicas para tratar los aspectos de la confidencialidad que pueden llevar al conflicto de valor.

Ahora bien, hay situaciones no previsibles y que no se han podido anticipar, y aquí entra la segunda perspectiva que complementa la anterior. En este caso, se trata de disponer de un dispositivo de gestión de los conflictos de valor. Este dispositivo es conveniente que tenga tres grandes elementos: en primer lugar, un espacio específico de debate o tratamiento de los conflictos éticos (por ejemplo, el comité de ética o el espacio de reflexión ética) que es donde se construirán respuestas. En segundo lugar, es conveniente que también tenga un método de deliberación estructurado con unos pasos o fases claras sobre cómo proceder, que vayan más allá del «yo pienso» particular. En tercer lugar, es importante disponer de personas o materiales expertos que aporten argumentos o informaciones básicas que ayuden a abordar el conflicto y encontrar la respuesta más satisfactoria.

Un ejemplo podría ser:

En un equipo se han establecido criterios explícitos sobre el tratamiento de la información confidencial (entre profesionales, entre el profesional y las familias de las personas afectadas, por ejemplo). Esta anticipación evita que se produzca un número determinado de conflictos. Ahora bien, en un caso concreto, estos criterios se muestran insuficientes. En este caso, el comité de ética o el recurso que se haya previsto se reunirá para tratar el caso (espacio específico de tratamiento), aplicarán un método concreto de deliberación y, en tercer lugar, consultarán materiales técnicos o personas expertas que aporten argumentos técnicos, científicos, legales y éticos para tomar la mejor decisión.

Una cuestión a tener en cuenta: no hay nunca la «buena solución»; la mejor solución es aquella que puede ser construida por un equipo y que puede satisfacer de la mejor manera posible el caso concreto. Recordemos que hablar de ética es hablar de complejidad.

5. ¿Cómo podemos desarrollar las competencias éticas de los profesionales de la educación social?

Uno de los problemas que hemos identificado en los diferentes trabajos que estamos desarrollando es que todo el mundo considera que la ética profesional es muy importante pero la formación que se imparte es muy irregular y poco sistemática. Se pone mucho el énfasis en los elementos declarativos y corporativos, como pueden ser los códigos deontológicos, pero no se tiene tanto en cuenta la perspectiva competencial para traducir esta posición ética en todos los momentos del día a día profesional ni la capacitación para la gestión de los conflictos de valor. Esto hace que fácilmente se produzca una gran distancia entre lo que «se debería hacer» y lo que «realmente se hace». Además, genera impotencia en los profesionales tener conciencia de esta distancia y no tener elementos para reducirla.

En este sentido, tenemos un reto importante en la formación básica.

6. En tres palabras, ¿qué significa para ti incorporar la ética en la toma de decisiones?

De manera sintética, incorporar la ética en la toma de decisiones significa mirar la situación que se analiza desde el máximo de miradas posibles, y no solo la del profesional. Implica tener en cuenta la perspectiva de la persona afectada y supone mantener una actitud de diálogo y de voluntad de construcción para encontrar la respuesta que sea más adecuada desde una perspectiva de justicia y bienestar para la persona atendida, y de satisfacción del profesional por el trabajo bien hecho.