Director de Dincat – Plena Inclusión Catalunya. Presidente de la Fundación ACSAR (Asociación Catalana de Solidaridad y Ayuda al Refugiado).
Diputado en el Congreso de los Diputados entre 1996 y 2019.
Es miembro de diversos patronatos y consejos asesores de entidades del ámbito social.
1. ¿Qué te sugiere el concepto de ética de la responsabilidad radical?
Pues toda una invitación a que las prácticas concretas y cotidianas de nuestra vida respondan a la idea de que la responsabilidad que tenemos unos hacia los otros es constitutiva del contrato social que se deriva del hecho de vivir en sociedad.
2. Durante más de 20 años, desde tu labor en el Congreso, has sido una de las personas referentes en la promoción de la responsabilidad social empresarial. ¿Qué valoración haces del recorrido de la disciplina durante estos años desde una perspectiva ética?
Estamos hablando de un periodo suficientemente largo para hacer un cierto balance. Se ha avanzado en extensión, conocimiento, sofisticación, difusión y regulación, sin lugar a dudas, en el campo de la responsabilidad social. Nadie ya puede hablar de moda y los tiempos que nos toca vivir refuerzan aún más su necesidad desde la perspectiva de renovar el contrato social, que desde la crisis de 2008 está averiado. Y al mismo tiempo podemos ser muy críticos. El «greenwashing», la práctica de la «check list» carente de propósito, la autocomplacencia, la desvinculación de las políticas de responsabilidad social del propósito de la empresa, son enormes debilidades desde una perspectiva ética. Toca también denunciar y corregir.
3. Durante muchos años la RSE ha sido una apuesta voluntaria de las empresas, pero en los últimos años han crecido el número de normas aplicables. ¿Cómo valoras este cambio de tendencia?
La lógica de la autorregulación y del voluntarismo tiene sus límites. Y sí, la responsabilidad social es un elemento que ayuda a las empresas a ser también más competitivas, la regulación crea condiciones para que esta competencia sea más justa a la vez que permite crear condiciones que hagan más difíciles las malas prácticas. En este sentido, la transposición a nuestro ordenamiento legal de la directiva europea sobre la información no financiera es un salto cualitativo enorme para mejorar todas las prácticas vinculadas al reporte, sobre todo cuando esta regulación se incorpora al núcleo de la gobernanza de la empresa. Y lo mismo podemos decir de la última legislación en materia de contratación pública que refuerza el papel del sector público como promotor de prácticas empresariales social y ambientalmente claramente responsables desde la capacidad de compra que este sector público tiene.
4. Estamos viviendo un momento muy difícil derivado de la pandemia de la Covid-19 que tendrá un gran impacto social y económico, especialmente en los colectivos más vulnerables como las personas con discapacidad intelectual. ¿Cómo podemos construir una nueva realidad que tenga en cuenta a todas las personas? ¿Qué podemos hacer desde las organizaciones, la sociedad y las instituciones políticas?
La pandemia está poniendo de relieve la enorme fragilidad de nuestro sistema de cuidados a las personas; basta pensar en el desastre de las residencias de ancianos. Tenemos un mal diseño legal y administrativo, muy burocrático y más propio de la economía industrial que de los tiempos actuales, con una pésima financiación, una escasa valoración social del trabajo de los profesionales, una política, en última instancia «low cost «… y en cambio estamos hablando de acompañar a las personas frágiles y vulnerables en un contexto de una sociedad cada vez más envejecida. Toca repensar a fondo todo este marco; y habrá que hacerlo escuchando a las personas usuarias, las familias, los trabajadores y las entidades sociales y empresas que colaboran con la administración en la prestación de los cuidados y a los expertos.
En el caso de las personas con discapacidad intelectual, además, tenemos el reto de facilitar y hacer posible proyectos de vida independientes, en los que las personas puedan tomar sus decisiones, superando ideas y modelos paternalistas, tal y como la Convención sobre los derechos de las personas con discapacidad exige.
5. Imagina que tuvieras que hacer una radiografía del sistema de valores que dominan el momento actual. ¿Como los definirías? ¿Cuáles crees que son los valores que deberíamos impulsar para avanzar hacia una sociedad más humana y sostenible?
Como siempre, entre los valores que proclamamos y las prácticas que realizamos en nuestra vida hay un desfase. Una mirada crítica pone de relieve que el consumismo, el individualismo y el cinismo corroen la sociedad. Pero, por otro lado, cada día vemos ejemplos concretos de fraternidad, proximidad, ejemplaridad, coherencia, compromiso, responsabilidad, ayuda mutua que nos reconcilian con las personas y la sociedad.
Como actitud política, defiendo la idea de que el vivir juntos es un continuado y sostenido ejercicio de mejoras graduales, con retrocesos y avances, y que los derechos van acompañados de los deberes y tiendo a desconfiar de los discursos que prometen el cielo en la tierra y que no tienen el coraje de recordarnos nuestras responsabilidades. La historia nos dice que cuando estos planteamientos han tenido éxito han sido un desastre y han llevado a la gente a crueles infiernos.
6. Los y las líderes políticos deberían ser ejemplo de competencias éticas como la integridad, la coherencia, la escucha y el cuidado del otro, el diálogo o la orientación a la mejora y la transformación social. ¿Qué debería cambiar en la clase política actual para que esto fuera realmente así? ¿Y en la ciudadanía?
No hay una clase política. Hay gente, ciudadanos iguales que nosotros, que en nuestro nombre hacen leyes y las administran; que tienen responsabilidades y que nos representan y que hacen de gobierno o hacen de oposición; y tenemos elecciones que nos permiten cambiar las mayorías y los gobernantes de manera libre y pacífica. Y no todo el mundo puede disfrutar ni siempre ha sido así. Nosotros solo desde 1977. Y le llamamos democracia.
Pues a nuestros representantes democráticos les debemos exigir que cuiden la democracia, que siempre es frágil. Y cuidarla significa no practicar la polarización extrema ni pensar solo en el corto plazo, ni gobernar solo para los que te han votado, ni tratar a sus ciudadanos de manera condescendiente.
7. Por último, en tres palabras, ¿qué significa para ti incorporar la ética en la toma de decisiones?
Poner las personas en el centro, no como medio sino como finalidad, tal como formuló Kant.