Conexiones beethik: entrevista a Clara Peya

Clara PeyaPianista y compositora. Premio Nacional de Cultura 2019. Creadora – junto con Ariadna Peya – de la compañía Les impuxibles.

www.clarapeya.com

 

1. En beethik hablamos de la ética de la responsabilidad radical: aquel compromiso de las personas y las organizaciones para recuperar la esencia, nuestras raíces, para transformar la sociedad. ¿Qué te sugiere ti este concepto?

La ética de la responsabilidad radical a mí me resuena muchísimo. Para mí el compromiso o la responsabilidad radical es ser consciente de mis privilegios: de quién soy y de dónde vengo. Ser consciente que yo me puedo dedicar a hacer lo que hago porque he tenido una estructura familiar muy firme, porque me han pagado clases particulares de piano, un piano en casa; porque me he pasado horas tocando porque no tenía que cuidar a los abuelos o cuidar a nadie ni llevar dinero a casa.

Por lo tanto, para mí la ética de la responsabilidad radical es esto: ser responsable de quién eres y cómo has llegado hasta allí y hacer uso de tus privilegios con un compromiso.

2. En diferentes ocasiones has defendido la cultura hecha «desde el corazón, desde la verdad, desde el deseo, como una necesidad», destacando que «cada persona es responsable de pensar qué puede aportar para que el mundo sea mejor». Cómo se traduce esta responsabilidad en tus creaciones?

Más que el arte hecho desde el corazón o expresiones similares me gusta más el concepto de arte honesto: hacer las cosas honestamente, desde la verdad. Este es el tipo de arte que a mí me interesa. Porque muchas veces lo que pasa, y en Cataluña es así, es que por ejemplo el teatro está hecho de hombres blancos, para hombres blancos, heterosexuales de clase media. Sucede que el teatro no representa a todo el mundo y la música tampoco nos representa a todas. En los escenarios siempre vemos más hombres que mujeres y vemos gente muy poco diversa. Y por todo ello, para mí es muy importante la honestidad.

3. En una entrevista que te hizo el Diario Ara hace unos meses decías: «¿a quién le sirve que toque muy bien el piano? A nadie. En cambio, ¿a quién le sirve que le plante una semillita dentro? A todo el mundo». ¿Cómo se refleja esta voluntad de «plantar una semillita» a lo largo de los ocho álbumes que has publicado?

Estas declaraciones pueden sonar muy pretenciosas y no era mi intención. Lo que quería decir es que hay una dimensión mucho más personal relacionada con el placer de tocar bien o no el piano. Pero eso no le importa a la gente. Lo que es de verdad importante es generar espacios de reflexión y pensamiento crítico. «Plantar la semillita» lo decía con esa intención, de generar pensamiento crítico, porque yo no tengo respuestas de nada.

Esto es algo que no he hecho a lo largo de toda mi carrera, sino que me lo he ido encontrando. Yo empecé haciendo canciones y trabajando tocando el piano, que era mi deseo, pero me he ido haciendo consciente, a raíz de las cosas que me han ido pasando, de mis privilegios, de cómo utilizarlos y de cuál era la manera más transformadora de utilizar el arte. Y de hecho ahora ya es la única que entiendo.

4. Recientemente ha recibido el Premio Nacional de Cultura 2019. Tras este reconocimiento has dicho que «los reconocimientos pueden ser un altavoz … y el altavoz debe servir para visibilizar el compromiso, saber que el arte es la herramienta de revolución más potente que tenemos y ser conscientes». Desde esta visión, ¿cómo crees que se debe concretar el papel del arte y la cultura en esta transformación social?

El compromiso se debe tomar desde todas las áreas, porque una cosa es que la creadora asuma un compromiso y otra cosa es que la programadora asuma compromisos. Las programadoras de las salas tienen la responsabilidad de dar voz a todas, de dar voz a todas las realidades y todas las personas.

La historia está escrita por todas las voces diversas: por las mujeres, las personas con diversidades … y lo que ahora está pasando es que esto no es así. La cultura no nos representa a todas y creo que el deber de la programadora, de la creadora, de todas, es ceder espacios y dar voces. Esta sería una muy buena manera de transformación social.

5. Con Ariadna Peya creasteis la compañía Las Impuxibles, en la que trabajáis desde la mezcla de lenguajes, apostando por la cooperación y las alianzas entre creadores y universos para descubrir nuevas formas de creación y poder llevar más allá vuestro trabajo. ¿Qué significa «ir más allá» y por qué desde esta manera de trabajar?

Ir más allá para mí significa seguir avanzando, seguir aprendiendo, seguir cuestionándose cosas. Como decía antes, yo no tengo ningún tipo de respuesta. Y las respuestas, además, son móviles, se van moviendo a lo largo del tiempo.

Nosotras cuando decidimos coger un tema, el proceso que es más interesante con Las Impuxibles es que para hablar de ese tema queremos conocerlo a fondo. Por lo tanto, el aprendizaje que hacemos a nivel artístico es paralelo al que hacemos a nivel político-social. Porque una cosa es cómo plasmamos las cosas en el escenario o la mezcla de lenguajes, qué enganches escénicos utilizamos, y la otra, que todavía me parece mucho más interesante, es qué aprendemos con todo este proceso.

Nuestros aprendizajes siempre tienen que ver con los dejos de opresión, con entender mucho mejor quiénes somos, de dónde venimos, de qué podemos hablar y de qué no, a quién debemos escuchar y los espacios que tenemos que ceder.

Las temáticas que utilizamos siempre tienen que ver con esto: desde la perspectiva de género o la transexualidad vista no desde el código binario sino entendiendo el género como una línea horizontal, la violencia sexual con una mirada absolutamente feminista y la libertad de expresión o el estigma en salud mental.

6. ¿Podrías resumir, en tres palabras, cuál debe ser el papel de la cultura en la construcción de una sociedad más auténtica, humana y sostenible?

Honesta, comprometida y feminista.