Conexiones beethik: entrevista a Alba Fernández Pous

Alba F. PousEducadora Social y Coordinadora de Proyectos. Asesora, Mentora y Colaboradora en diversas entidades y proyectos sociales.

Docente en el Postgrado de Detección e Intervención de la Violencia Familiar de la UB y el Postgrado en Intervención Sistémica Breve en Violencias Familiares al FUdG-IESP.

Autora de «Les Vides Blaves» (2019) a Triangular Edicions, y de artículos y relatos. Colabora con varios medios de comunicación, y en Social.cat.


 1. ¿Qué te sugiere el concepto de ética de la responsabilidad radical, especialmente en estos momentos tan inciertos que estamos viviendo?

Muchas veces se asocia la palabra radical a una connotación negativa. Pero a mí es una palabra que me gusta mucho y que uso a menudo porque viene de la palabra raíces. Las raíces son principios, significa estar afianzado a algún lugar. Creo que es una de las palabras más bonitas, porque quien tiene la suerte de estar arraigado a algo es muy afortunada.

Si lo relaciono con la responsabilidad de la ética, radical además, me parece una conjunción de palabras preciosa que implica la responsabilidad que tenemos ante las cosas que pasan a nuestro alrededor. Porque si tienes una ética y tienes unas raíces – por tanto, radical – estás arraigada en algún lugar a algo, a algún valor, y estas cosas te interpelan directamente.

Me parece indispensable que se dé esta conjunción, sin matices, de una responsabilidad de la ética radical: no hay tonos grises en estas cuestiones, hay que ser responsable y radicalmente ético, y más en los momentos que estamos viviendo.

Este es un momento que está viviendo todo el mundo, pero dentro de este momento hay otros muchos momentos, y no debe ser vivido por todos de la misma manera. Algunas personas han sido muy felices en este periodo y tampoco lo deberíamos olvidar. Y al mismo tiempo en otros momentos o buenas épocas, hay gente que ha vivido realidades muy diferentes.

Cuando algo te interpela a nivel social, para mí tiene mucho más valor porque huye de tu individualidad. Y por lo tanto, hay que ser responsable éticamente y radicalmente siempre, pero cuando se te interpela más allá de tu individualidad personal, creo que hay que ser más radical que nunca, no lo puedo entender de otra manera.

Yo tengo incorporada la palabra radical, desde la concepción de arraigo, siempre, pero sin tener que decirlo. Pero cuando se viven situaciones como la que estamos viviendo ahora, quizás sí hay que evidenciarlo, aunque es triste que tengamos que hacerlo, porque si en el entorno y con los dramas que hay – muchos de ellos silenciados – que tengamos que apelar a que debemos ser responsables y recordar que debemos actuar éticamente ante según qué cuestiones, ya dice mucho del momento que vivimos. Parece que se tenga que sacar del armario este concepto, cuando lo deberíamos tener incorporado en nuestro día a día, y más en el ámbito social.

Vale, si lo tenemos que sacar lo sacamos y lo explicamos, la pedagogía es necesaria, porque a veces no todo el mundo tiene la información, o no todo el mundo entiende o sabe cómo entiendes tú este concepto o lo ve o lo vive de la misma manera . Y si lo cuentas, tal vez despiertas alguna reacción.


2. En tus artículos, publicaciones en las redes… muestras una actitud crítica y combativa contra las realidades de desigualdad e injusticia que vivimos cada día. Y hablas también mucho de la importancia de acompañar a las y los niños en su proceso de crecimiento y aprendizaje para que quieran y puedan hacer las cosas de otro modo. ¿Cuáles son los valores esenciales que les deberíamos proponer para hacer realidad este cambio?

Debe ser una situación experiencial del día a día. No debe haber una fecha concreta para que empecemos a transmitir determinados valores atendiendo a situaciones que les toque vivir, por ejemplo, por franja de edad. Si partimos del concepto de que desde que tenemos una vida alrededor, incluso dentro de nosotras, somos radicalmente responsables de transmitir en nuestro día a día valores que deben ser transversales, independientemente del género, de la edad y de la situación que les toque vivir, economizaremos el trabajo posterior.

Si nos acostumbráramos a hacerlo desde el minuto 0, nos facilitaríamos la vida a todas. Porque si estos valores forman parte de su día a día, los niños los tendrán interiorizados y cuando toque hablar de lo que sea no les vendrá de nuevo. Por eso lo hemos de practicar y deben estar presentes en nuestras conversaciones habituales, en nuestros actos, en el modo de argumentar, en nuestro posicionamiento ante situaciones injustas … Por ejemplo, si no han visto nunca a su madre enfadada por una situación que no les interpela directamente, no podrán entender el concepto de la empatía, de la responsabilidad social, de la sororidad o de según qué cuestiones.

A veces nos complicamos demasiado la vida cogiendo temas y colocándolos en cajones según edades o franjas, y poniendo la mirada siempre en los demás niños, pensando que no serán nunca los nuestros. Esto ocurre en cualquiera de las situaciones dramáticas que estamos viviendo.

Por ejemplo, si empezamos a explicar de manera natural, con un cuento, que los abusos pueden pasar a cualquier niño o niña por parte de cualquier persona que les quiera, o que no deben tocar el culo a otros niños aunque sea jugando, si llega un día en que se dé una situación grave, todos estos conceptos estarán trabajados y todo será más fácil.

Tenemos demasiado miedo a poner sobre la mesa situaciones, porque pensamos que así evitamos que las vivan, y en cambio se los estamos poniendo muy complicado para hacer frente a cuestiones que se encontrarán igualmente y, entonces, les serán desconocidas.

Si empezamos a pensar y hablar de que nuestros hijos e hijas, o los niños que tenemos cerca, o con los que trabajamos, pueden no solo vivirlo, sino ejercer estos comportamientos, y nos dirigimos a ellas y ellos desde esta responsabilidad, aceptando que ellos y ellas también pueden hacerlo, es la manera más justa y más económica de inculcar estos valores.

Mi hijo me pregunta siempre «¿yo seré un buen hombre de mayor?» y yo le respondo que estoy completamente segura de que sí, porque lo estamos intentando cada día juntos, pero que si no lo es, seré la primera que se lo diré, porque me preocupa mucho que sea un buen hombre, y porque es mi responsabilidad de cara a él y de cara al resto.

Por lo tanto, estos son valores que debemos poner en práctica, y cuando no sepamos cómo hacerlo, tenemos que poder y saber pedir ayuda. A veces hay cuestiones que no sabemos cómo afrontar y no pasa nada, podemos delegarlo o pedir a alguien que lo trabaje o nos ayude. Por ello, debemos exigir también que estos temas no se hablen solo de casa, y sean presentes de forma transversal en todas partes. No podemos permitir que los niños que los tengan incorporados, tengan que «bajar su listón» en algunos entornos, porque están demasiado «avanzados» o porque el resto no están preparados. Me niego. La responsabilidad debe ser colectiva.

Sin embargo, nos falta entrenamiento en general y una buena idea es fijarnos en modelos de gente a nuestro alrededor que lo está haciendo bien, para darnos cuenta de que los resultados a posteriori son brutales.


3. El año pasado participaste en el homenaje que hizo el Parlamento de Cataluña a las víctimas de la violencia machista. En tu intervención hablaste del momento delicado que vive el feminismo, mientras «el machismo es vigente y avanza». Si nos pusiéramos las «gafas lilas», ¿cuáles son los comportamientos que veríamos de manera más clara que tenemos que modificar como sociedad para lograr la plena igualdad?

El machismo es súper listo y estamos en desventaja porque hablamos tanto y explicamos tanto, que el machismo lo que hace es aprender de nosotras y evolucionar atendiendo a cómo evolucionamos nosotras. Por lo tanto, cuanta más información haya alrededor del machismo más sabrá cómo actuar y pasar desapercibido de manera más sutil. Ok, reconozcamos que esto ocurre.

Que llevemos las gafas lilas no es garantía de que no reproduzcamos, incluso las mujeres, situaciones de machismo. Por eso no se trata tanto de llevar las gafas lilas, sino de darnos cuenta de qué mirada tenemos a través de estas gafas. Porque lo que está pasando es que personas que militan, que tienen discursos muy aprendidos, cuando las interpelan situaciones más cerca, a su alrededor, no lo ponen en práctica y/o no se dan cuenta.

Por lo tanto se debe revisar si los cristales están graduados, hay que quitarse las gafas en algún momento, y a veces hay que cerrar los ojos, parar, y darnos cuenta de si en las situaciones que tenemos más cerca realmente estamos predicando con el ejemplo. Es más fácil detectar situaciones más externas que cuando lo vivimos en primera persona o en nuestro entorno, porque es muy incómodo plantearte según qué cuestiones o sus consecuencias, y muchas veces nos inhibimos, no tomamos partido, o preferimos mirar hacia otro lado.

Otro concepto que me preocupa es que muchas veces, por el miedo de no triangularnos, cuando hay una situación que nos compromete, optamos por inhibirnos. Yo siempre he defendido el derecho de ser amiga o cercana de una persona que no está haciendo las cosas bien, pero diciéndoselo, reconociéndolo de entrada. Es muy valiente que alguien no se aleje de una persona que no está haciendo las cosas bien, si es consciente y si después de decírselo, decide acompañarlo. De esta manera, seguramente seríamos más tolerantes con quien, por ejemplo, mantiene vínculos con personas que tienen actitudes machistas, pero no esconde que lo sabe y lo denuncia también. Esto es muy difícil de hacer, porque cuando las cosas nos interpelan mucho a la intimidad, nos paralizan, sin saber que tenemos opciones. Hay más opciones que no hacer nada. Cuando las cosas nos tocan mucho la piel debemos ser capaces de reconocer que tenemos miedo, pero que hay pequeños pasos que podemos dar y que si empezamos a darlos en comunidad no estaremos solas, y el resultado y el bien común será compartido.


4. Y si transformamos las gafas en «un arma cargada de futuro» (Gabriel Celaya)… ¿que deberíamos eliminar para poder avanzar, de verdad, hacia una sociedad más auténtica, humana y sostenible?

La pregunta me hace pensar en que esto es una guerra, pero desde la visión de que no queremos estar enfrentadas una parte y la otra, pero no nos han dado opción. En las guerras hay una parte que sufre y que a menudo ni ha elegido estar en este bando y que encima se encuentra en una situación de inferioridad. En términos de violencia machista hay una parte que sufre y que no tiene las armas para poder combatir.

En este contexto, emerge el concepto de la autodefensa: es legítimo que nos podamos defender. Si no tenemos las armas, ligando con el juego de palabras de la pregunta, ¿cómo lo hacemos? Deberíamos poder hablar más de esta autodefensa y hacerla más extensa, porque no es el mismo concepto para todos, ni en todas las situaciones. En toda esta cuestión hay muchas incógnitas, porque nos encontramos en un momento vital en el que seguimos siendo el colectivo vulnerable, y necesitamos estas armas para podernos defender.

Creo que lo primero que deberíamos hacer es eliminar el miedo a reconocer que tenemos miedo, a reconocer que a veces no sabemos cómo hacer las cosas y respetarnos cada uno con nuestras carencias y contradicciones, así como las decisiones de cada persona sobre cómo actuar o afrontar según qué situaciones. Asumir que no sabemos de todo, que estamos en proceso de aprendizaje, rectificar y explorar qué potencialidades tenemos ante situaciones tan injustas. Reconocer también a las demás mujeres y validar sus opciones y decisiones, sin prejuicios ni juicios, y los hombres, aprender a ceder espacios.

Pero sí que nos lo tenemos que tomar como arma, porque nos están atacando y eso no se detiene. ¡De momento!


5. En una entrevista que te hicieron cuando se publicó tu libro «Las Vidas Blaves» decías que “A veces ni imaginamos qué historia puede haber detrás de lo que vemos o nos muestra una persona”. ¿Nos interesa descubrir estas historias? ¿Nos preocupamos por conocer y reconocer a [el otro]?

Por un lado, encontramos la curiosidad o el morbo de querer conocer ciertas cosas y tendemos a prejuzgar demasiado rápido. Pero cuando rompemos los prejuicios y nos interesamos realmente por la otra persona, si hay situaciones incómodas o que nos remueven a nivel personal, por ejemplo situaciones tristes o personas con historias muy duras detrás, llega un momento en el que nos apartamos. La gente no ya no quiere saber más de algunas historias cuando llega el punto que implica la reacción de otro, es decir, algún tipo de reacción. Porque la empatía es más fácil cuando nos queda lejos, pero cuando nos encontramos una historia que provoca que debería haber movimiento o respuesta por parte del resto, crea rechazo.

La tristeza crea rechazo y es un tabú. No puedes estar triste demasiados días porque cansarás a los demás. La gente tiene miedo de no saber reaccionar frente a la tristeza, es mucho más cómodo que todo el mundo esté contento, o incluso si alguien está enfadado quizás no nos importa tanto. Pero la tristeza o aquellas historias que a veces requieren que no digas nada y que simplemente estés al lado, implican entrar mucho en la intimidad, y ante esto cuesta que haya un interés común. Si no entramos mucho, si no lo vemos, no tendremos que dar respuesta a una situación que nos parece muy horrible, que nos remueve mucho, y ante la que quizá no tenemos las herramientas. Y eso incomoda.

Nos preocupamos por lo que nos puede divertir y entretener o incomodar por un tiempo limitado. Cuando esto traspasa a situaciones que requieren un posicionamiento, un acercamiento o una reacción, también genera rechazo.

Por eso tenemos que aprender a contar las historias desde muchos puntos de vista, y conseguir que cuando nos encontramos situaciones como estas no nos sorprendan tanto, y no nos dé la sensación de que estamos solas, y que no hay nadie más que haya vivido nada similar. Conviene hablar muy naturalmente de todos los temas, porque cuanto más naturalmente hablamos, más nos encontraremos y conectaremos con la vida. Y la vida tiene muchos tonos y uno de ellos es el azul, que es la tristeza. Estar triste no significa ser infeliz, ni estar enfermo, o no poder disfrutar de otros momentos. La tristeza puede ir acompañada de otros sentimientos, es circular, puede crear vínculos y sinergias muy bonitas; y permitirnos expresarla, sentirla y compartirla nos hace mucho más humanos y esto a nivel comunitario es esencial.


6. Desde tu labor de educadora social y coordinadora, has participado en el impulso a diferentes servicios y programas. En estos trabajas con familias y personas que están viviendo alguna situación de conflicto. ¿Somos una sociedad que evita el conflicto? ¿Estamos preparadas para gestionar los conflictos teniendo en cuenta competencias como el diálogo, el reconocimiento y el cuidado de los demás, la escucha o la empatía, entre otras?

No. Somos una sociedad, una comunidad, con funcionamientos completamente evitativos, con un sistema de roles establecidos dentro de los grupos (familia, amigos, compañeras …) alucinante. Este hecho no supone más problema si sabes reconocerlo, pero es mucho más cómodo no reconocer que dentro de tu grupo de iguales existen estos roles y que existen una serie de poderes, de valores, de «carnets» repartidos, que llevan a que según qué cosas no se puedan cuestionar, que según quién tenga más palabra que los demás, y que ante una situación incómoda, todo el mundo sabrá dónde debe colocarse sin cuestionárselo demasiado. No sabemos resolver los conflictos.

Los conflictos son crisis, pero también son fuentes de oportunidad. Cuando se produce una situación conflictiva habitualmente hay un fenómeno que es la bomba de humo, la luz de gas: puedo saber cosas graves de una persona pero hago ver que no las sé. Existen también actitudes como el ghosting, desaparecer, no responder o responder con un silencio que a veces esconde situaciones complicadas, también.

Cuando te encuentras en una situación de conflicto con una persona que has querido o con la que has tenido una relación (de pareja, de amistad, en el trabajo …) hay unos mínimos que deben mantenerse por encima del conflicto que os enfrenta o separa, no podemos traspasar líneas rojas. Y tampoco puede ser que a nuestro alrededor tengamos gente que ve cómo se traspasan estas líneas rojas y no se atreva a ponerlo de manifiesto, o se calle. Porque todo esto hace que las cosas crezcan y terminen afectando a muchas más personas.

Si las personas que tienen herramientas y ven un conflicto en su entorno se implicaran sería una cuestión de salud mental pública, porque implicaría una resolución mucho más económica. Si entre todas intentáramos mediar, o acompañar y apoyar situaciones que vemos que no están yendo bien en nuestro entorno, tal vez lograríamos que el balón no se hiciera tan grande y no hubiera tanto sufrimiento. Porque, más allá de las partes en conflicto, el dolor se acaba haciendo extensivo a la gente de alrededor. Es nuestra responsabilidad ayudar a tomar conciencia al otro de las cosas que no está haciendo bien.

El conflicto nos da mucha pereza y miedo porque pensamos que nos acabará salpicando o arrastrándonos hacia algo negativo, no a la inversa. No tenemos las herramientas ni la voluntad de tenerlas. Por eso, tristemente, los juzgados están llenos cada día por situaciones que se podrían resolver de otra manera.

Si no es de eso y no lo entendemos así, ¿de qué hablamos cuando hablamos de sororidad? ¿O cuando afirmamos que somos una sociedad con perspectiva comunitaria? ¿De qué hablamos cuando hablamos de tribu? ¿Cómo puede ser que de golpe ya no encajamos o no practicamos, y nos sentimos expulsadas de estos conceptos?

Tenemos, en general, una tendencia a infravalorarnos y a inhibir en estas cuestiones, pero si tomamos parte, si nos ponemos a ello, tenemos la capacidad de hacer muchas más cosas en positivo de las que queremos admitir.


7. Por último, en tres palabras, ¿qué significa para ti incorporar la ética en la toma de decisiones?

Para mí no se trata tanto de incorporar la ética a la toma de decisiones, sino de incorporar la toma de decisiones a la ética. La ética debe incluir la toma de decisiones. Por lo tanto, si lo tengo que resumir en tres palabras diría:

  • A la inversa.
  • Cambio de foco.
  • Bidireccional y circular.